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Validación Emocional ¿Qué es? y ¿Para qué sirve?

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David Fuentealba

Psicólogo con formación en Análisis de la conducta y en Autismo.

Mi hijo está visiblemente molesto, no quiere hablar con nadie y quiere irse de ese lugar... ¿Qué podría hacer yo en ese momento?

Alberto, de 7 años, acaba de perder en un juego con sus amigos, y aún le cuesta regularse para no gritar y golpear cuando pierde. Esta vez no ha explotado, pero está visiblemente molesto, no quiere hablar con nadie y quiere irse del lugar. ¿Qué podría hacer su padre en ese momento? ¿Debe decirle que no se puede enojar por perder? ¿Debe hablarle para que deje de estar frustrado? ¿Debería tratar de entenderlo y empatizar con él? Parte de estas preguntas tienen que ver con la validación emocional.

Sin duda, “validación emocional” es un término que está cobrando relevancia en el discurso actual, aunque no siempre se comprende ni se explica adecuadamente, lo que lleva a confusiones y malos usos, así que intentaré aclarar un poco el concepto, y diferenciarlo de otros relacionados. Para abordar este tema es útil recurrir a nuestra experiencia cotidiana y recordar cuándo fue la última vez que, en el momento mismo en que estábamos pasando por una situación que nos irritaba, otra persona llegó y nos dijo “ya, pero no te enojes”.

¿Qué fue lo que les pasó? Muy probablemente, se hayan enojado más aún, porque además de el problema que ya tenían, llega alguien que no te está entendiendo a decirte cómo te tienes que sentir.

La validación emocional implica reconocer y aceptar las emociones que una persona (yo mismo u otra) está sintiendo en un momento dado. Es lo opuesto al ejemplo anterior, ya que decirle a una persona qué debe sentir es justamente invalidar el cómo se siente. A veces validar emocionalmente es tan simple como decir “me imagino que estás enojado”, o “te veo un poco incómodo”, ya que con esto estamos comunicando que tenemos alguna idea de cómo se siente la otra persona. Otras veces, además de ponerle nombre a lo que la otra persona siente, podemos asociar esa sensación a la situación actual: “con tantas tareas, entiendo que estés cansado”, o “imagino que te pusiste muy feliz con la visita de tu amiga” (vamos, que la validación no sólo es para las emociones que no nos gustan).

Como alguno puede ya estar sospechando, esto no sólo sirve para hacer que la otra persona se sienta comprendida y mejore su disposición a comunicarse (lo cual puede ser muy bienvenido en una conversación con amigos, pareja o compañeros de trabajo), sino que también es un componente importante del autocuidado: es necesario reconocer y aceptar lo que uno mismo siente ante los altibajos de la vida.

Y en tercer lugar, hay que destacar la importancia de validar como una forma de enseñar a reconocer, nombrar y explicar emociones a quienes aún no saben hacerlo. Retomando el caso de Alberto, si su padre le dijera “ya, pero no te puedes enojar por perder en un juego”, en el mejor de los casos, el niño aprenderá a fingir no estar enojado (pero se enojará igual), y cabe la posibilidad de que, si está en proceso de aprender a reconocer y entender sus emociones, no sólo lo finja hacia los demás, sino que tampoco logre él mismo entender qué le está pasando, y por lo tanto, tenga más dificultades para autorregularse. Si por el contrario, Alberto en ese momento escucha una frase como “imagino que estás enojado, el juego no salió bien”, es posible que Alberto empiece a comprender que hay ciertas cosas que lo hacen enojar, y también que estar enojado lo predispone a actuar de cierta manera (como no querer hablar o tener ganas de irse de ahí). Pero... ¿si le valido su enojo, no se va a enojar más? No. Muchas veces ocurre un efecto paradógico, y cuando invalidamos una emoción, ésta se vuelve más fuerte (pensemos de nuevo en el ejemplo de “¡pero no te enojes!”); mientras que si validamos, el sentirnos comprendidos puede ayudar a disminuir la intensidad del malestar. Y aquí es donde es importante distinguir entre validar emociones y avalar acciones: es aceptable enojarse con alguien, no es aceptable golpearlo. Es válido frustrarse por perder en un juego, no es válido hacer trampa para ganar. Es comprensible estar cansado por los quehaceres, no es comprensible dejarlo todo a medias. Lo que sentimos y lo que hacemos cuando nos sentimos de una determinada manera son dos cosas diferentes, y evidentemente hay acciones que no podemos avalar ni mucho menos fomentar, pero eso ya será tema para una siguiente ocasión.

“Es importante distinguir entre validar emociones y avalar acciones: es aceptable enojarse con alguien, no es aceptable golpearlo”.